Es obligado iniciar mis cartas de, este año pastoral en "Comunidad" con una especial referencia a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid ya su preparación en Salamanca, con la fraternal acogida de jóvenes católicos de otros países.
Al evocar lo vivido y celebrado desde, el 11 hasta el 21 de agosto en Salamanca y en Madrid, surge espontánea e incontenible la acción de gracias a Dios, que nos ha hecho sentir la presencia alentadora de su Espíritu y ha concedido a todos los miembros de la Iglesia, jóvenes y mayores, la gracia de sentirnos gozosamente "Arraigados y edificados en Cristo. Firmes en la fe”.
Dios ha actuado y nos ha hecho sentir su presencia a través de la Iglesia, que está viva, es joven y ha dado pruebas de que dispuesta a seguir siendo testigo del Evangelio de Jesucristo. El gozoso testimonio de fe de los jóvenes y las luminosas exhortaciones del Papa han expresado la sintonía y la comunión de fe, de vida y de testimonio que el Espíritu de Jesucristo no cesa de suscitar en su Iglesia. Por ello estamos alegres y no cesamos de dar gracias.
Gracias en muy grande medida a la , colaboración de los Medios de Comunicación, sobre todo a la perfecta retransmisión de todos los actos de Madrid por Televisión Española y otras cadenas, el fenómeno eclesial y social de las Jornadas de la Juventud ha llegado de forma auténtica a la sociedad española y al mundo entero. Agradecemos en particular la información dada por los periódicos y las emisoras de radio de Salamanca y de la provincia, así como la retransmisión de la Eucaristía en Alba de Tormes por la Televisión de Castilla y León en Salamanca.
El fruto de este conocimiento ha sido la superación de prejuicios y de polémicas previas, la sorpresa y admiración por el comportamiento de los jóvenes católicos, el respeto e incluso la nueva valoración de la aportación de la Iglesia a las nuevas generaciones, y, para los fieles de la propia Iglesia, un sentimiento general de alivio frente al desaliento que con frecuencia nos produce el vivir la fe en una cultura de la increencia y la consiguiente dificultad en la transmisión de la fe a los jóvenes. La experiencia de lo vivido y celebrado personalmente en directo y de lo recibido a través de los
Medios de Comunicación ha creado en la comunidad eclesial un clima general de alegría y de confianza en la posibilidad de una renovada evangelización de los jóvenes.
La Jornada Mundial de la Juventud nos ha ayudado a ver que hay una juventud sana, que tiene o anhela adquirir valores y convicciones firmes, que es capaz de soportar con alegría las incomodidades derivadas del dormir en el suelo, de las dificultades para la acostumbrada higiene y alimentación, del calor extremo, de las caminatas y de la lentitud del acceso a los lugares de los actos, inevitables por la multitud congregada. Una juventud que asume el sacrificio de los madrugones y las largas esperas para testimoniar al Papa su fe y acoger con cariño su enseñanza. Una juventud que no se arredra ante las tormentas, las lluvias y los vientos. Y, sobre todo, una juventud que se recoge en oración, que confiesa sus pecados, que es capaz de reconocer la presencia del Señor en el sacramento de la Eucaristía y adorarle largo rato en el más absoluto y elocuente silencio. Este fue para mí el momento de más intensidad religiosa y más significativo de la nueva apertura de los jóvenes al mensaje del Evangelio. Esta juventud es motivo de esperanza para la Iglesia para la sociedad; es motivo de alegría y llamada a una total dedicación a acompañarla en su camino de acercamiento a Jesucristo Y de maduración en la fe, y en su compromiso apostólico en la Iglesia y en la sociedad.
Por la obra realizada en estos jóvenes no cesamos de dar gracias a Dios y a las personas que han sido mediaciones necesarias para ella: los sacerdotes y catequistas, los jóvenes mensajeros, los voluntarios, las parroquias, comunidades religiosas y familias de acogida, las personas que han cuidado de la alimentación de los peregrinos en los días de estancia en las parroquias y arciprestazgos o han aportado los medios materiales para ella; y no podemos dejar de agradecer la colaboración de las comunidades religiosas que han orado por los frutos de la Jornada.
Los frutos de la Jornada de la Juventud son la recompensa de un largo e intenso trabajo llevado a cabo por muchas personas, jóvenes y menos jóvenes, integradas en las diversas Comisiones preparatorias en los ámbitos diocesano, arciprestal y parroquial, bajo la coordinación de la Vicaría pastoral. El Obispo y toda la comunidad diocesana agradecemos vuestro trabajo y pedimos al Señor que os lo premie.
También ha sido decisiva la generosa colaboración prestada por las administraciones y servicios públicos y por instituciones sociales. Merecen especial agradecimiento el Ayuntamiento de Salamanca y de Alba de Tormes, la Diputación Provincial, la Subdelegación del Gobierno, la Subdelegación de Defensa, la Universidad de Salamanca, el Cabildo de la Catedral, el Convento de San Esteban, la Guardia Civil de Tráfico, el Cuerpo Nacional de Policía, la Policía Local de Salamanca y Alba de Tormes, la Cruz Roja, y los servicios de Protección Civil y todos los servicios prestados por los Ayuntamientos de los municipios que acogieron a los Jóvenes.
Que Dios se lo pague a todos.
Hemos recibido cartas de gratitud de los Obispos que vinieron a Salamanca con los jóvenes de sus respectivas Diócesis. En ellas se percibe que no son de mero cumplimiento, sino expresión sincera de su alta valoración de la cordialidad y generosidad de nuestra acogida, de nuestra organización de los actos y del fruto espiritual que con todo ello hicimos posible a los jóvenes. Es grato comprobar que la generosa colaboración de todos los implicados en la organización de los Días en la Diócesis de Salamanca ha sido agradecida por los visitantes, ha sido reconocida como fuente de bienes espirituales para ellos y se ha convertido, por ello, en motivo de acción de gracias a Dios. Así pues, el objetivo de nuestros afanes ha sido logrado, gracias a la colaboración de todos en esta obra de comunión diocesana.
Mons. Carlos López, Obispo de Salamanca